jueves, julio 30

Edificios chatos


Detesto ver que mi barrio -donde crecí, aprendí a montar bici, terminé con mi primera enamorada, etc- se llena de chatos edificios, que la bonita zona del parque X de estar llena de casas residenciales se comienza a llenar de pitucos edificios de 5 o 6 pisos, y yo comienzo a desconocerla. Odio ver como mi tranquilo barrio se llena de feúchos departament buildings para 20 o más familias. Lo detesto.
Recuerdo cuando el parque era un terreno lleno de tierra, piedras y arbustos secos. Algunos vecinos, entre ellos mi madre, sembraban césped en las parcelas colindantes a sus casas. Mi jardín estaba lleno de girasoles, me divertía verlos como miraban el sol. También había un alto algarrobo que mi mamá mando a talar, pero antes de que eso pasara, a veces con mis hermanos nos matábamos recogiendo algarrobas (un fruto largo y delgado) sólo para tener la satisfacción de llenar bolsas de tal fruto. Yo también jugaba (y esto no lo han escuchado de mi) en la tierra con vidrios y piedritas, a hacer edificios, cascadas y riachuelos que tomaban vida cuando traía una jarra llena de agua y la vertía.
En mis febriles sueños me imagino a Chiclayo como una mini Lima, y a mi amado parque un mini Golf de San Isidro. Lleno de edificios con personas espigadas. El óvalo Bolognesi sería nuestro mini óvalo Gutiérrez. Tantas cosas que uno se puede imaginar cuando esta aburrido.