domingo, setiembre 21

Un año después


No lo puedo creer, de verdad no puedo, cada vez que voy a Trujillo (cada vez menos) siento el lugar vacío. No voy a Carrión desde su funeral. Y no es igual. Uno nunca se repone, y mi abuelito era una de esas personas que estaba allí, se hacía el difícil a veces, otras se hacía el bueno, pero en general a mi me inspiraba respeto. Lo veía con distancia, la cruel distancia de los años. Yo era el nieto, y él, el abuelo. El era la joya que nos quedaba cuidar. La persona que me hacía comer un tamal más cuando estabamos en la mesa. Era alguien especial.

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