miércoles, febrero 17

Apreciados Señores de Nubeluz


Como todo latinoamérica, yo siempre he sentido un gran apego a Nubeluz. La verdad es que no recuerdo nada, pero nada, de Nubeluz. Pero juro haberlo visto, y cada vez que veo, escucho o leo algo sobre Nubeluz mi corazón da un respíngo y me siento un pequeñín en esos sábados por la mañana, en mi tele pequeña, la pantalla celeste con un arco iris multicolor. Y bueno encontré esto, y me parece tan decente que quiero reproducirlo.


Apreciados Señores de Nubeluz,


La televisión infantil se partió en dos con Xuxa, aquella rubia exuberante con aire de Cicciolina que aprovechaba el horario familiar para mostrar lo que las madres no nos dejaban ver en las telenovelas brasileras: labios carnosos, caderas tintineantes, primeros planos de voluptuosidades bronceadas y canciones sin sentido que invitaban a no sabemos qué clase de obscenidades. Pero en pleno gobierno de Alberto Fujimori, en 1991, ustedes presentaron Nubeluz con la argentina Almendra –¡qué nombre y qué buen acento gauchoinca!– y a Mónica –la mejor morena del Perú–, como “dalinas” –las divas al frente delshow–, enseñándome, a mi corta edad, la diferencia entre pornografía y erotismo: sus sugestivas minifaldas, altísimas botas y ajustadas trusas comenzaban a inquietarme, sin producir aún las escandalosas reacciones que la carioca generaba en los padres de familia.


Sobre todo en los padres.


Por fin, a mis diez años, encontré algo mejor que salir a montar bicicleta o jugar fútbol en las soleadas mañanas durante los fines de semana. De repente, Nubeluz se convirtió en el mejor plan: el universo de Glufo –el dueño de la nube– irradiaba color a un gigantesco escenario de decorados psicotrópicos y pisos de arcoiris, donde mis dalinas ejecutaban complejas coreografías, al ritmo de canciones como “La leche” –sobre la leche de vaca, aclaro–, que eran coreadas con la actitud de porristas inocentes que años más tarde Brtiney Spears se encargó de vulgarizar.

Con un cándido español, ustedes les enseñaron a las presentadoras –y ellas a nosotros– palabras como “glúfico”, derivada de “Glufo”, para definir todo lo que tenía que ver con el programa; “nubecinos”, para referirse a los afortunados críos que asistían y podían ver a Mónica y a Almendra en persona; “nubetores”, es decir, pervertidos como yo, que sólo las veían por televisión; “dicolines”, niños del elenco; “mónicos”, los segmentos de dibujos animados que incluían a Duckula y aLos caballeros del zodiaco; “lúndrico”, un maravilloso adjetivo para definir “maravilloso”; “flópico”, algo resbaladizo; y “kositos”, objetos y personajes de la escenografía. Esta típica jerga de viaje de LCD, que además seguro sirvió de inspiración a Los Teletubbies, aderezaba el planeta imaginario y hacía que la fiesta fuera mucho más placentera: una especie de naive peep show para prepúberes.


En 1993 tuve la suerte de que mi cumpleaños fuera un sábado para que las dalinas me felicitaran a través de la señal de cable, acompañadas por los aplausos de una horda de cholitos colegiales. ¡Gracias: pocas veces fui tan feliz! Así mismo, quisiera destacar la excelente producción del programa –que para fines publicitarios enfatizaban en llamar “fiesta”, no “programa”–, especialmente, aquellos juegos espectaculares con temáticas como la tierra y el agua, las piscinas climatizadas y los colchones enormes que soportaban las caídas de nubecinos desde vertiginosas alturas, después del anuncio –que se convertiría en canto tribal– “¡Grántico, pálmani, zum!”: un grito mucho más lúndrico que el soso “¡En sus marcas, listos, fuera!”.


Ustedes avivaron la fiebre por los deportes extremos y por los escotes.


Junto a Mónica y Almendra, surgieron otras “dalinas” –palabra que, al parecer, hace referencia a “dama linda”– como Lily, y un ejército de bailarinas o “cíndelas” y bailarines o “golmodis”. Además, en otros países montaron versiones piratas de las presentadoras: las “nubelinas”. Quiero reclamar en este punto: ninguna le daba la talla a las originales, mucho menos la detestable rubiecita Xiomy, de Colombia, que ascendió a dalina sin otro mérito que el de tener la sonrisa más fingida de Latinoamérica. En conjunto, ella carecía totalmente de talento para bailar o cantar, ocultando su discapacidad tras una voz infantil impostada.


Parecía un personaje de Rugrats.


El suicidio de Mónica a los 21 años –exactamente tres semanas antes que Kurt Cobain y también con un disparo en la cabeza–, marcó el principio del final de la fiesta de Nubeluz y me enseñó que no hay nube ni luz ni cánticos ni gránticos ni minifaldas suficientes para inyectarle optimismo a la vida de una superestrella deprimida. Su prístina sonrisa –así fuera simulada y por dentro ella estuviera desolada– vivirá en mi memoria y en la de todos los latinoamericanos que crecimos en la década del noventa, como símbolo de esa época.


De todas formas, para 1994, a mis 13, yo ya no estaba en edad de corear “vamos a hacer deporte, vamos a vernos bien” ni “papi, deja de fumar”; como si fuera poco, mi madre empezaba a preocuparse por mi vouyerismo y aislamiento. En secreto y mientras mis congéneres lloraban la muerte del gritón de Seattle, yo seguía soñando con la negra y brillante cabellera de Mónica y con que Almendra me entregara el Cono de Nubeluz después de ser el nubecino más diestro en las pruebas.


Tristemente, después de la tragedia el programa fue sólo eso: un programa –ya no una fiesta–que recurría a artificios tan ruines como poner a una Miss Perú en el lugar de la dalina suicida. Ni siquiera incluyendo a futuras protagonistas de telenovelas venezolanas, como las divas de cirujanos plásticos Scarlet Ortiz y Gaby Espino, Nubeluz logró prosperar y, en cambio, se convirtió en un montaje cada vez más aburrido y con peorrating.


¿Dónde quedó la Nube donde reposaba nuestra infancia?


Con esto aprendí que, aún en la televisión, nada dura para siempre.


A pesar de todo esto, sigo agradecido con ustedes, pues de su mano, Perú celebró la más emocionante fiesta para todos los niños del continente: hasta ahora no se ha visto un show tan exitoso como el que realizaron. Por eso, quizás, en mi cabeza aún suena, en las voces de Lily, Mónica y Almendra, la canción que cerraba el programa: “Que siga la fiesta”.


De: levelmagazine.com/web1/ediciones/marzo-09/157-level-ja-nubeluz.html

1 comentario:

Anónimo dijo...

Nubeluz fue lo maximo y no hay nada ni nadie que compare eso, siempre en el recuerdo Mnica y Almendra solo ellas hacian brillar esa luz que a susu nubecinos nos encantaban.... forever Nubeluz.