jueves, diciembre 24

Mi odio al Ruperto


El odio es una sensación que rara vez siento en mi vida, tal vez lo siento más por cosas que por personas. Odio el olor de las flores por que me recuerdan los fúnebres velorios de mis abuelos. No odio a gente, por que siempre antes de llegar a odiarla prefiero pasar de ella. La gente puede odiarme cuando le aplico una perfectamente realizada ley del hielo, pero yo no los odio a ellos. Solo me olvido de ellos. Con las cosas es distinto; no tengo opción de hacerle una ley del hielo olfativa a las flores, no puedo evitar sentirme incómodo por el calor infernal, tampoco puedo evitar toser al sentir el asqueroso olor a cuates y evidentemente no puedo evitar que el ají arda en mi boca cada vez que lo pruebo. Pero esta vez ha sucedido algo extraño, he llegado a odiar a una persona, el fucking Ruperto. Mi historia con Ruperto se remonta al lunes pasado. Él es mi profesor de redacción, en un cursete de una semana que ha de calar en nuestros imaginarios ortográficos, léxicos y pragmáticos. Usualmente en estos cursitos me divierto y sigo mi vida normal, pero esta vez el Ruperto me odia y ha dedicado cada momento de su fucking curso en verme como una alimaña desinteresada por la redacción y demás. For the record, amo escribir, y si bien no soy el maestro de ortografía que él quisiera que seamos (y que me encanta usar barbarismos y anglicismos), me defiendo, y he ganado un par de premios escribiendo. Pero más que todo, me he ganado el respeto de las personas que me leen, que es mucho mas importante. Pero él. piensa que soy un desacatado, demonio intrandecente, que usa solo el idioma castellano para destruirlo vilmente y que su único contacto con la escritura son largas conversaciones de “amix”, “ola” y “weón” en el “Mensajero” de Microsoft. Me odiaba, e yo comencé a detestar su halitosis, su amanerismo y sus chistes gais. Al comienzo me parecieron graciosos sus chistes de Ruperta y su Ruperto paseando en el Mega Plaza Norte, pero luego cada vez que mencionaba a sus alter egos me daba asco, me parecía poco fashion, y muy, muy gay. Luego llegó ese jueves maldito, en el que me amenazó que debido a mi paupérrimo desempeño en el parcial, y a mi terrible falta de interés en el curso estaba en su top más top de los candidatos a jalados. Yo le expliqué, que no era desinterés, yo había tratado de perdirle permiso para mi falta del día martes pero el me dijo que ni loca ni perezosa me iba a hacer un examen para mi sólito. Horror de los horrores, el profesor me odiaba. Y yo comencé a odiarlo más. Para el viernes en la mañana, su halitósis me tenía harto, y su pose de profesora de arte dramático de High School Musical no ayudaba. Para la tarde, me había olvidado de todo. El lunes una llamada me devolvió a la realidad. Estás jalado; por ser un bárbaro; por no escribir con correcta puntuación y tildación; y por tu completa dejadez hacia el curso. Pero profesor, yo no soy eso, yo soy un vanguardista. Sí, webón.


Martes 22 de diciembre de 2009

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